viernes, 29 de febrero de 2008

Salmoneros v/s Ecologistas: la batalla que viene

www.Ecoperiodico.com
22 de Julio de 2007

Salmoneros v/s Ecologistas: la batalla que viene (III de III)
“Chaqueteo“: el pago de Chile

Logramos exportar desde Chile más en salmones que Argentina en carne. La diferencia es que para los argentinos, sus autoridades y sus parlamentarios -tanto de izquierda como de derecha-, la carne vacuna es un orgullo nacional. Para muchos chilenos, en cambio, los salmones parecen ser un oprobio.

Por César Barros, presidente de SalmonChile.

La mayor sorpresa que tuve al llegar a la industria salmonera, fueron las opiniones de ciertos políticos, algunos parlamentarios y una serie de grupos ambientalistas que atacaban agresivamente al que a todas luces era el principal motor del desarrollo de las regiones de Los Lagos y de Aysén. En mis anteriores experiencias gremiales en la agricultura, la “bancada agrícola” resultaba ser no sólo monolítica en su defensa sectorial, sino que, además, absolutamente transversal. Y he aquí que a un sector que parecía haber transformado al antiguo “Muerto Montt, capital de la Pésima Región” en una ciudad boyante junto a Puerto Varas, y que se constituía en el mayor empleador de ambas regiones -llevándolas de ser exportadoras netas de población, a captadoras netas de chilenos-, se lo acusaba ahora de tener prácticas antilaborales y antiambientales y de no cooperar con las comunidades en que trabaja.

Si no existiera la salmonicultura en esas regiones -que hoy gozan del menor desempleo en Chile-, ambas pasarían de golpe y porrazo a liderar la pobreza nacional: sin salmones, la Región de Los Lagos pasaría de tener una tasa actual de desempleo del 4.9% a un macizo 14%, y en la Región de Aysén, de un pleno empleo ( 3.7% de desocupados) a un 33% de cesantes -más de lo que tuvo Chile en los negros años 82-83 de tan triste memoria-.

Si esto no es contribución al desarrollo de esas regiones y sus comunidades, cuesta pensar cómo otra industria o actividad podría superarla. Y esto está refrendado por las encuestas: en una muestra de 1.818 personas de las nueve “comunas salmoneras” realizada por la Universidad de Los Lagos, se desprende que:

-El 90% de los encuestados cree que la salmonicultura es el sector económico más importante de su comuna.
-El 76% considera que su capacidad de entregar trabajos dignos es la principal característica del sector, por sobre la pesca artesanal, la ganadería y la silvicultura.
-Un 82% de quienes trabajan en la industria tiene una buena opinión de ella.
-Un 76% de quienes laboran en ella considera haber sido muy beneficiado por la industria.
-Un 74% de los encuestados considera que la industria ha sido un factor importante de desarrollo y crecimiento para la mujer.

Adicionalmente, la industria paga sustancialmente mejor que el resto de las actividades económicas del país (un 40% más). Y de las regiones donde opera, tiene la tasa de sindicalización más alta de Chile, exceptuando a la minería, que viene trabajando desde la Colonia, y no desde hace algo más de 15 años.

Los políticos que atacan a esta industria sólo muestran su ignorancia respecto al pensamiento de sus representados, quienes les pasarán la cuenta más temprano que tarde. Se quiere mostrar a la industria como uno de los mayores contaminantes en lagos y mares, olvidando que para criar y engordar peces, éstos requieren básicamente aguas limpias y sanas. Si no, es cosa que hagan un experimento “a contrario sensu” en las peceras de sus casas. Olvidan que la salmonicultura tiene más regulaciones medioambientales que ningún otro sector en Chile, lo que implica periódicos controles de los fondos marinos y la obligación de abandonar cualquier centro de cultivo que sobrepase los límites ambientales impuestos por los reguladores, algo que no tiene la construcción, la industria ni la agricultura.

La salmonicultura ocupará -para exportar este año US$ 2.400 millones- solamente 10.200 ha, menos de la mitad que la Hacienda Ñuble Rupanco, en Osorno. Además, constituye un mero 1.2 % de las Áreas Aptas para la Acuicultura (AAA), lo que, a su vez, representa una infinitesimal parte de nuestros océanos y lagos.

¿Puede decirse, entonces, responsablemente que esta industria ha puesto en peligro nuestro mar y nuestros lagos?

Logramos exportar desde Chile más en salmones que Argentina en carne. La diferencia es que para los argentinos, sus autoridades y sus parlamentarios -tanto de izquierda como de derecha-, la carne vacuna es un orgullo nacional. Para muchos chilenos, en cambio, los salmones parecen ser un oprobio. Somos -hoy por hoy- los segundos productores mundiales de salmón y trucha, y probablemente, a partir de este año, seremos los primeros.

¿Cuántas industrias chilenas podrían decir lo mismo al cabo de tan sólo 15 años de haber iniciado sus actividades?

Lo que más duele es ver que quienes la atacan no dan ni un solo empleo. Nunca han pagado siquiera el IVA. Algunos -los más audaces- pretenden despoblar Chile de Puerto Montt al sur, y dejar de hacer patria en esos territorios. Sus ataques carecen de un mínimo de rigor técnico y académico. Son meras opiniones, reflexiones, prognosis, cuya carencia de datos duros da lástima. Además, son financiados desde el exterior por magnates de propósitos inconfesables que no invierten en Chile, ni les interesa la suerte ni el trabajo de nuestros habitantes australes, pero que logran captar la atención de los medios atacando al más exitoso. Al emprendedor que partió de cero. A quienes crearon riqueza donde antes no había nada. A los que les cambiaron la cara a esas dos regiones.
Pero no hay que asombrarse: es el pago de Chile, el “chaqueteo” tan tradicional de nuestra sociedad. Y no hay que desanimarse: mientras más arriba se llega en la montaña, hay menos oxígeno, mayores son los peligros, y más pequeños se ven los escépticos y los “chaqueteros”.
El riesgo de las “prácticas sucias“
Mientras Noruega ha dado algunos pasos para limpiar la industria de cultivo de salmones en su propio país, la suave regulación ambiental chilena ha permitido que las salmoneras multinacionales realicen en Chile prácticas que no son permitidas en Europa.

Por Andrea Kavanagh, directora de Pure Salmon Campaign.

Una de las industrias exportadoras líderes en Chile, el cultivo de salmones, ha sido objeto de diversas noticias en el último tiempo. Desafortunadamente, pocos de estos titulares han sido positivos.

Muchas preguntas sobre el contaminante alimento que usan para la crianza de estos salmones han surgido en el mundo. Millones de salmones en cautiverio han escapado de sus redes costeras, poniendo en peligro valiosas especies nativas y a las comunidades locales que viven de su pesca. Además, los pobres estándares de seguridad para los trabajadores en algunas de las salmoneras chilenas han puesto en alarma a activistas laborales en Chile y el mundo.

Pero aunque la situación pueda tener mal aspecto, aún no es demasiado tarde para cambiar esta realidad. En efecto, si el gobierno se compromete a reforzar las leyes ambientales existentes y aumentar la transparencia en las operaciones de las salmoneras, la acuicultura chilena podría convertirse en un modelo admirado alrededor del planeta.

Hoy la acuicultura de salmones es un gran negocio global en términos de producción y distribución. Los salmones producidos en Chile pueden encontrarse en supermercados desde Nueva York a Tokio. Inexistente dos décadas atrás, actualmente la industria salmonera chilena es la segunda productora mundial. De hecho, Chile proporciona el 80% del salmón cultivado en Estados Unidos.

Pero los chilenos también debieran tener cuidado. La industria salmonera del país está dominada por capitales noruegos. Estas multinacionales están explotando la poca exigencia de las leyes ambientales del país, logrando inmensas ganancias a expensas del medio ambiente chileno.

Las actuales prácticas de cultivo de salmones son sucias. Los desechos de millones de peces concentrados en pequeñas redes se acumulan en el fondo de los lagos y la ensenada costera, aplastando los ecosistemas nativos. Los salmones en cautiverio son los anfitriones perfectos para parásitos y enfermedades altamente contaminantes. Muchos de éstos escapan de sus redes año a año, expandiendo rápidamente las enfermedades, al tiempo que comienzan a competir con las especies locales por alimento.

Mientras Noruega ha dado algunos pasos para limpiar la industria de cultivo de salmones en su propio país, la suave regulación ambiental chilena ha permitido que las salmoneras multinacionales realicen en Chile prácticas que no son permitidas en Europa. Esto ya está produciendo un gran impacto en el medio ambiente chileno, y la calidad de sus salmones ha mermado.

En la primavera boreal de 2007, las compañías noruegas Marine Harvest y Cermaq confesaron a sus accionistas que las infecciones con piojos marinos habían crecido tanto en Chile que la producción ya estaba decayendo significativamente. Empeorando las cosas, seis meses antes de ese anuncio, la Agencia Británica de Estándares Alimenticios alertó que las brochetas de salmón producidas en Chile habían dado positivo en la peligrosa sustancia química cristal violeta, la cual ha producido cáncer en animales de laboratorio.
Asimismo, sólo en 2007 la Agencia Canadiense de Inspección de Alimentos ha emitido cuatro alertas diferentes de importación por la presencia de niveles inadmisibles de emamectin e ivermectin -ambos químicos antiparásitos- en los productos de pescado chileno. Un compromiso mayor del gobierno chileno para mejorar y reforzar las leyes medioambientales existentes y un esfuerzo para aumentar la transparencia en las operaciones de la industria de acuicultura podrían ayudar a dar vuelta esta situación.

Aunque en principio las leyes en relación al cultivo de salmones en Chile son fuertes, no están siendo aplicadas. Muchos cultivos se instalan ilegalmente, pero se requieren muchos años de juicio para removerlos. Químicos como el cristal violeta y la malaquita verde están prohibidos, pero más de una docena de alertas han sido emitidas por la Comisión Europea ante la presencia de estos químicos en salmones chilenos desde 2003. Además, las salmoneras tienen sobrestock de pescado, lo que promueve el uso excesivo de químicos, que se traduce en el aumento de la resistencia química de las especies a pestes como el piojo marino.

Chile debiera considerar el modelo expuesto por una comisión gubernamental de Canadá. Utilizando el “input” de más de 800 comentarios públicos, 80 expertos visitaron 20 comunidades locales. La comisión recomendó detener la instalación de nuevas salmoneras y transformar aquellas que utilizan redes en el mar en sistemas de contenedores cerrados.

El gobierno chileno debiera, además, promover una mayor transparencia en las operaciones de cultivos de salmones en lagos y aguas costeras. El año pasado, Pure Salmon le pidió al gobierno escocés antecedentes sobre el impacto ambiental que tenían los cultivos de salmones en ese país. En respuesta el organismo recibió tanta información específica de las compañías que a los especialistas les tomó más de un año analizarla. La misma petición hecha al gobierno chileno ha sido respondida con largos silencios.

Los consumidores norteamericanos, como han demostrado nuestras encuestas y focus group, están comenzando a tomar conciencia sobre la insustentabilidad de las prácticas en los cultivos de salmones. De hecho, las ventas de salmones cultivados en Estados Unidos se han estancado e incluso declinado a nivel per cápita desde 2005 a 2006. Además, una encuesta reciente indicó que el 92 % de los estadounidenses quiere saber de qué país provienen los productos alimenticios que están comprando.

Los productores de salmones chilenos pueden, potencialmente, impedir ser capturados por esta rueda, pero solamente si los oficiales gubernamentales aseguran que las ganancias de corto plazo no están antes que la importancia de una fuerte protección ambiental.

Publicado por jlnovoa en Artículos