domingo, 17 de febrero de 2008

Coludo puertomontino prefirió amor de familia adoptiva que volver con sus amos de siempre... ¡Arf!

Para "Guachito" fue mejor casona ajena que hogar "dulce" hogar

Una historia que enseña que el instinto de supervivencia va de la mano con el cariño es la que protagoniza "Guachito", el escamoso, un pequeño perro mestizo oriundo de Puerto Montt, que se ha ganado el respeto y amor de todos los que lo conocen.

A punto de morir de hambre, según relata su dueña, María José Fernández, lo halló en la calle y con sólo echarle una mirada, la conquistó. Nacía de esta manera una bonita relación que, asegura, la trastornó.

Sin embargo, también la Coté debió derramar sus lagrimones cuando sus propietarios originales de pronto volvieron por el cachupín.

Habían pasado cerca de dos meses y de pronto quisieron llevárselo. Claro que, con los antecedentes de abandono anteriores, toda la familia de la joven se unió en una cruzada que involucró incluso a Investigaciones.
PEOR

El animalito, lejos de hallarse bien gracias al inesperado reencuentro con sus primeros amos, lo estaba pasando peor que cuando aullaba de frío y hambre en las esquinas del sector La Vara, en la capital de la Décima Región.

El guau había sido arrastrado a una isla y presentaba golpes en su trufa y debajo de la patita que evidenciaban el maltrato a que había sido sometido. Tras los exámenes veterinarios se estableció que eran cortes provocados con algo filoso, por lo que volvió a manos de la Coté.

"El reencuentro fue hermoso; saltaba como canguro y su socia, la Martina, una pastor alemán, volvió a comer", relata toda chocha la cabra.

Ahora Guachito es el rey de la casa y del corazón de orégano de los Chacón Fernández, tanto que "está con todas sus vacunas al día, desparasitado y gordito, porque come como sabañón", agrega la chiquilla.

Pero este suertudo can no es el único adoptado por la familia, porque aunque se sabe regaloncho a full, no es celoso cuando tiene que compartir su parcela en el sur con otros que han caído en desgracia.

Y esto corre por igual para mininos y quilterris abandonados a su suerte. "Da gusto ahora ver cómo juguetea. Para nosotros es natural ayudar a los animales", dice.

De ahí que los gatúbelos Manchita, Kiltra, Michel, Yin y Yan, y los cachupines Linda Tara y la misma Martina peloláis, entre otros amiguis de cuatro patas y colilarga, han hallado en este rincón del terruño el amor y cuidados que tantos que se hacen llamar persona les habían negado.

Viviana Fainé B.

Fuente
La Cuarta Cibernética
http://www.lacuarta.cl/contenido/44_3002_9.shtml